LA ALQUIMIA DE LOS ALIMENTOS
Tratar de curar solo el cuerpo físico, tal y como pretenden algunas disciplinas modernas, es pretender que las hojas de un árbol vivan sin el tronco ni las raíces. Debemos alimentar el cuerpo, el alma y el espíritu a la vez y, evidentemente, no consumen el mismo tipo de sustancias ni energías. El cuerpo físico consume elementos químicos de procedencia orgánica, por el contrario el alma se alimenta de energía electromagnética y el espíritu de vibraciones cósmicas.
Si tenemos en cuenta que las sustancias recorren los diferentes circuitos internos (a través de los órganos) y la periferia de nuestro cuerpo (a través de los meridianos), podemos comprender cómo con los alimentos podemos transformar nuestra energía en positivo (curación) y en negativo (enfermedad), cambiando nuestras cadenas alimenticias, el Ph de nuestra sangre y, por consiguiente, nuestra energía vital. Los alimentos provocan sensaciones y reacciones que sin ser conscientes nos obligan a manifestarlas y exteriorizarlas, aunque desconozcamos su origen y procedencia. Nuestra percepción de lo que nos rodea cambia con cualquier clase de adicción.
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Reaccionamos a los alimentos inmediatamente: positiva o negativamente, aunque sea un acto mecánico e inconsciente. Igual que no nos hacemos conscientes de los procesos digestivos que reparten sustancias hacia el hígado, páncreas, vesícula... ni del proceso de absorción a través del intestino, ni de las sustancias que arrastra nuestra sangre y un largo etcétera, tampoco nos hacemos conscientes de la renovación celular, de la respiración, del movimiento de contracción del corazón, de los sonidos de baja frecuencia que nuestro oído capta... Y no por ello dejan de existir, siguen su curso de forma automática sin que nuestra mente consciente intervenga. Los alimentos que comemos se encuentran cargados magnéticamente de la energía de la tierra del lugar donde han crecido.
Basado en: http://www.revistadharma.com/alimen5.htm
El tamaño de la letra es muy pequeña. 🧐
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